viernes, 13 de octubre de 2017

It´s a Match!

por Santiago Benavidez
Que sonrían”, “que tengan los ojos claros”, “con barba suman puntos”, “que tenga buen cuerpo”, “que sea creativa la foto”.
“Me siento en un casting, tu si, tu no, tu no, tu si”, “me gusta su foto de perfil”. ¿Nos suenan familiares estas frases?, ¿Somos nosotros los autores de éstas o de otras frases?

Como en la vida no todo es blanco o negro, bueno o malo, sino que hay matices, tonalidades de grises. No dudo que este tipo de aplicaciones han ayudado a conocer gente, incluso casos de personas que están casadas y han formado familia gracias a las nuevas tecnologías. Pero solo el 5% de todos los matrimonios en los Estados Unidos que se han conocido online, han podido tener una relación de más de diez años ((Pew Research, Online Dating 2013)).

No quería dejar escapar la oportunidad de reflexionar sobre éste tema que surgió fruto de un reencuentro con unos amigos del colegio en Argentina y lo quería compartir con los lectores:

Todo empezó cuando estábamos comiendo y veo que a uno de ellos le suena el celular, lo mira, y dice con tono de satisfacción: “hice Match”. Ante mi ingenuidad, les pregunto en qué consistía esa App. Me fueron explicando y en seguida me compartían que con éste tipo de tecnologías “ya no existe el temor de invitar y el posterior rechazo”, “no existe el cara a cara a veces tan duro y que da vergüenza”, “es una gratificación instantánea”; “No es necesario comprometerte en serio con la otra persona.”

Mientras los escuchaba, había comenzado a aparecer una incomodidad dentro de mi cabeza y me surgían distintos tipos de preguntas: ¿estará bien pensar así? ¿Qué estarán buscando?, ¿Dónde queda el compromiso con la otra persona?

¿Qué son las aplicaciones de citas online?
[pullquote]Hoy en un mundo globalizado, los cambios se hacen cada vez más rápido, acelerados, y las aplicaciones no quedan exentas. Hay Apps de todo tipo, por ejemplo, juegos, GPS, para controlar las calorías que tiene cada alimento, redes sociales de todo tipo: Twitter, Facebook, WhatsApp, etc. Han cambiado la manera de relacionarnos con los demás, hoy es más fácil y sencillo escribir un mensaje de menos de 500 caracteres, que llamarlo, y muchas veces lo hacemos por distintos tipos de dispositivos, celulares y tablets. Han cambiado también la manera de enamorar o de enamorarnos de la otra persona.[/pullquote]

Las aplicaciones de citas online han crecido tanto que 1 de cada 10 personas en los Estados Unidos han encontrado su pareja por medio de éstas aplicaciones y cuentan con más de 50 millones de descargas en más de 196 países ((Allí mismo)).

Hay varios tipos de app de citas; las que más se escuchan aquí son Tinder, Happn o Badoo. Creas un perfil, pones tu mejor foto, edad, tus tendencias, el radio de distancia que quisieras encontrar a la otra persona… y listo. Pasas las fotos con tu dedo, hasta que el otro usuario hace “Match”, o sea coinciden en los gustos.

En ésta inquietud por ser correspondido, el usuario se ve seleccionando con el dedo a izquierda y derecha imágenes de personas que uno no conoce y tampoco te conocen. El movimiento con el que pasamos las fotos se vuelve automático, casi mecánico: te gusta, mensajeas y te encontrás con la otra persona. Nos sentimos liberados, mientras nos imaginamos que estamos abriendo la puerta a nuevas posibilidades y nos sentimos dueños de nuestro destino.

Poco a poco hago el esfuerzo por entender éste “mundo” … y llego a la conclusión de que en estas aplicaciones, uno de los factores determinantes de que vos elijás (o no) a lo otra persona, o que uno fuera “el elegido”, es la foto de perfil. Los usuarios se sienten tranquilos cuando se “promocionan” con fotos que muestran sus virtudes físicas y tendencias a nivel social.

Uno podría imaginarse (y no estaría muy lejos) esos catálogos en donde uno mira el producto, el más vendido, el mejor y lo termino comprando, para luego usarlo y terminar descartándolo.

Convierto a la otra persona en una cosa, cosificándola, tratándola más como producto de consumo, que como un ser humano. Así se hace muy difícil llegar a conocer a la otra persona en serio por éstos medios y menos formar una relación estable (lo demuestran las estadísticas).

[pullquote]Un mundo en el que se trata de interpretar al ser humano en términos sexuales; que considera vivir la virginidad como anticuado (para no decir del Medioevo), la castidad como reprimido, la continencia como anormalidad, y la unión de hombre y mujer hasta la muerte como algo insoportable; un mundo que dice que un matrimonio sólo dura lo que dura un suspiro, que uno puede desunir lo que Dios ha unido y quitar el sello de donde Dios lo ha puesto. De que la pureza es anormal y de que la carnalidad es lo correcto.[/pullquote]

El riesgo por una búsqueda de placer o gratificación instantánea, puede terminar, sin saberlo, en ambos usuarios lastimados.

¿Podría causar más frustración y dolor en los usuarios?

Algunos podrían responder, “¿Qué importa?, la idea es divertirme, pasarlo bien”. “Sé lo que busco, y la otra persona también”.

Hay quienes se satisfacen con éstas respuestas.

En la actualidad, el hombre quiere establecer una nueva relación entre el placer y el dolor, buscando desesperadamente en éste mundo separar a éstos dos hermanos siameses. Le parece totalmente absurdo ser alegres en medio de sufrimientos, la novedad es eliminarlos. Hacerlos desaparecer.

Pero esto no es nuevo en la historia humana, nuestros primeros padres eligieron el placer contra Dios, saboreando el fruto prohibido. Dios permitió que le siguieran el dolor y la muerte, más como remedio que como castigo. A fin de que no ocurriera que, siguiendo a rienda suelta su egoísmo y su instinto, el hombre se destruyera a sí mismo y destruyera a sus prójimos. Así, al placer vemos como se le adhiere, como su sombra, el sufrimiento.

Me permito, con el permiso del lector de éste artículo, recoger la revolución que el Evangelio obró con respecto al placer-dolor, dolor-placer, porque en ésta vida, le guste o no, ambos son inseparables. A veces, el sufrimiento penetra en profundidad nuestro corazón y pareciera que no hay solución, incluso nos puede llevar a que broten de nuestros ojos, lágrimas.

Tratar de separarlos, es inútil, porque al final, el placer desordenado termina yéndose contra el hombre y se transforma en un mayor sufrimiento y soledad, en una verdadera tragedia.

También de Jesús se cuenta que ha llorado, recordemos el pasaje de la resurrección de Lázaro. Justo en el sufrimiento más profundo podemos reconocer la grandeza de Dios porque está muy cercano a nosotros y nos ayuda resucitando nuestros Lázaros.

[pullquote]Cristo rompió por fin ésta cadena. Él, “a cambio de la gloria que se le proponía, soportó la Cruz” (Heb. 12,2). El inauguró una nueva y sana aproximación del placer: el que no precede al dolor, como su causa, sino que le sigue, como su fruto. Jesús hizo lo contrario de lo que hacen cada hombre, su muerte en la Cruz no fue hecha por placer, sino más bien algo que era arrojado contra el placer mismo. Y así, a través de su muerte, cambió el destino de todos los hombres por un verdadero y auténtico Amor. El sufrimiento no tiene la última palabra y eso es una esperanza para nosotros (Jn 12,27).[/pullquote]

Dicho esto, es válido preguntarnos: ¿podría ser bueno el sufrimiento?, y como respuesta nos podemos encontrar con que hay dos tipos de aflicciones: una que ha perdido la esperanza y ya no confía en el amor y la verdad, teniendo como riesgo la destrucción del hombre por dentro, y a los que se encuentran a mi alrededor, pero también existe la aflicción buena, que se genera frente a la verdad, llevando al hombre a la conversión, para que encuentre su verdadero camino, cuyo fruto muchas veces es logrado oponiéndose al mal.

La primera, la persona queda abatida ante la caída, pierde la esperanza y lleno de desesperación termina por perder el horizonte. En cambio, la segunda, es encontrarse frente la mirada de un Dios todo Misericordioso que perdona y nos invita a comenzar de nuevo y renovarnos.

Un ejemplo claro de ambas aflicciones la encontramos en la Biblia: Judas que traiciona y es incapaz de ver el perdón de Dios y termina por quitarse la vida, y en el otro lado del camino a Pedro que, ante la negación, se siente perdonado por el Señor y se abre a la esperanza de la reconciliación

Rescato lo que decía un sacerdote en su homilía: “el día que Jesús enseñó las Bienaventuranzas, firmó su propia sentencia de muerte” ((Mons. Fulton Sheen, homilía sobre Las Bienaventuranzas.)). Es indudable que la lucha con el mal causa sufrimiento, ese dolor que habla el Señor cuando dice: “Bienaventurados los que sufren” es el inconformismo con el mal, oponiéndose muchas veces a lo que hacen todos.

Cualquiera que desafíe las máximas que hoy más se escuchan, tales como: “sólo se vive una vez”, “hay que aprovechar lo máximo la vida”, “¿Quién lo sabrá?”, “¿Para qué sirve el sexo, sino para el placer?”, está destinado a hacerse impopular e ir contracorriente, incluso al punto de ser perseguidos.

No podemos olvidarnos nunca que Dios les promete a los que sufren el consuelo y ¿Por qué no podríamos olvidarnos?, porque el hecho de que hemos sido creados por Alguien, inmediatamente nos lleva a percibir dentro de nuestro corazón el amor que nos tiene. Nuestras apariencias, tendencias sociales o gustos, quedan a un lado, permaneciendo lo verdadero, lo auténtico de nosotros. Para Él nosotros ya somos bellos, lo éramos desde un principio ((Gn 1,31. “Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno”. Con éstas palabras que Dios se refiere a todos los hombres, es también lo que nos dice a nosotros mirándonos a los ojos en el momento que nos crea.)).

Para terminar ésta reflexión, queda pendiente entender mejor qué es la belleza, frente a un mundo que impone determinados “tipos” de belleza superficiales (ya lo hemos mencionado en un inicio).

[pullquote]La imagen, el rostro de la otra persona me tiene que llevar a lo invisible, lo que va más allá de lo que veo, a conocerla, incluso a amarla verdaderamente. Según la visión bíblica, lo verdadero y lo bello, van juntos, caracterizan al otro, y hacen brotar en la persona la auténtica belleza, sencilla que no tiene la intención de promocionarse.[/pullquote]

Verdad, bondad y belleza se integran mutuamente. Deben estar juntas. Si se las llegara a separar, podemos correr el riesgo de entender que la belleza es solo apariencia.

Como dice un autor ((Von Balthasar, El hombre reconciliado. Alessandro Pronzato. Sigueme 1978)), “quien considera algo superfluo a la belleza, se puede asegurar que, ya no estará en disposición de rezar, y al poco tiempo ni siquiera capaz de amar.”

© 2016 – Santiago Benavidez para el Centro de Estudios Católicos – CEC
Santiago nació en la ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Licenciado en Recursos humanos de la Universidad del Salvador de Buenos Aires. Se encuentra en su segundo año de formación en el Sodalicio de Vida Cristiana. Aficionado al fútbol (Hincha de River Plate).

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