lunes, 24 de abril de 2017

Mujeres diácono y mujeres en la jerarquía, dos desafíos que está zanjando Papa Francisco



"Este creciente rol de las mujeres en la Iglesia no es feminismo, sino un derecho de todos los bautizados: varones y mujeres".

Desde el Concilio Vaticano II el Magisterio de los Papas ha venido destacando cada vez más la dignidad y misión de la mujer, sujetando sus enseñanzas a la verdad presente en el Evangelio e integrando la riqueza de la Tradición doctrinal y espiritual de la Iglesia.
 El pasado mes de mayo de 2016, Papa Francisco abordó un asunto que podría ser un signo más de su Pontificado. Se trata de dar respuesta a quienes, desde el interior de la iglesia y fuera de ella, piden que también las mujeres puedan ser diáconos… Vale decir, ser parte del orden sacerdotal. Cuestión que podría re-posicionar la figura de la mujer en el orden jerárquico de la Iglesia.
Para un análisis argumental sobre el asunto que sirva de base a una próxima definición, el Papa nombró a comienzos de agosto de 2016 una Comisión compuesta por seis mujeres y seis hombres, presidida por el Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Arzobispo Luis Francisco Ladaria Ferrer.
Tensiones en la Comisión
Phyllis Zagano, profesora de religión en la Universidad de Hofstra y autora de varios libros sobre el papel de las mujeres en la Iglesia católica, a las pocas horas de ser invitada a formar parte de la comisión, expuso en público la polémica sobre el tema. Fue en una entrevista que concedió al diario norteamericano New York Times (03.08.2016) donde precisó el objetivo de trabajo encomendado por el Papa: “La pregunta importante aquí es si las mujeres pueden ser ordenadas como diaconisas y esa es la cuestión teológica que debe estudiarse con profundidad.”
Pero Zagano fue más allá para mostrar su apoyo a la idea de tener mujeres diáconos, y –cual si fuere una vocera oficial del Santo Padre, que no lo es- afirmó con pasión al NYT que: “El papa Francisco ha insistido en que quiere ver a más mujeres en puestos de autoridad y hay algunos cargos que las mujeres no pueden desempeñar porque no están ordenadas. La forma tradicional de obtener el estado eclesiástico es a través de la ordenación del diaconado…”. 
Pocos días después, desde su habitual columna del National Catholic Reporter, esta influyente académico sin dar citas argumentales para sus afirmaciones señalaba: “…creo que es importante que la iglesia - toda la iglesia - piense y ore acerca de las mujeres diáconas. ¿Fueron ordenadas en ceremonias idénticas a las usadas para los hombres? Sí. ¿Siempre fue así? ¿Quién sabe? ¿Incluyeron sus ceremonias de ordenación la epiclesis - la llamada del Espíritu Santo - y la imposición de manos? Sí…”.
Tras estas publicaciones, algunas semanas después, la Comisión se reunió por primera vez durante dos días y desde entonces ha trabajado con prudencia, en silencio.
Pero hace pocos días, el pasado 8 de abril, el asunto que estudia esta Comisión volvió a ser mencionado por un cercano colaborador del Papa, el cardenal Christoph Schönborn. Entrevistado por el diario austríaco Wiener Zeitung manifestó su cautela respecto de que mujeres pudieren ser ‘ordenadas’ diáconos. "Primero esperemos y veamos lo que la comisión vaticana concluye", señaló.
Las luces de la historia 
En el corazón de Dios, en la enseñanza y actos de Jesús, que narran los Evangelios y cartas apostólicas, no tiene cabida la discriminación entre hombres y mujeres. Son varios los pasajes donde Jesús se distancia del prejuicio cultural propio de su época que consideraba como alguien inferior a la mujer. El Evangelio da testimonio de un Jesús invitando expresamente a las mujeres a ser parte del Plan de Salvación. Asunto que involucra el compromiso personal. Así de Marta espera una mayor entrega a la fe (cf. Jn 11, 26-27): y ella se da por entero al Maestro, pues profesa su fe antes de que Lázaro resucite. Luego, tras su Resurrección, fueron mujeres piadosas que habían ido al sepulcro y María Magdalena a quienes Jesús confió el desafío de transmitir a los Apóstoles (cf.  Mt 28, 8-10; Jn 20, 17-18) esa buena nueva: “Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la resurrección de Cristo para los propios Apóstoles” (Catecismo de la Iglesia católica, n. 641). Es evidente que Jesús otorga autoridad y una misión particular a las mujeres en el Plan de Salvación, en el servicio del Reino.
Al respecto de lo anterior, en su Audiencia General del 6 de julio de 1994, San Juan Pablo II Papa puso de relieve que:
“La historia de las primeras comunidades cristianas atestigua la gran contribución que las mujeres dieron a la evangelización, comenzando por «Febe, nuestra hermana como la llama san Pablo; diaconisa de la Iglesia de Cencreas [...]. Ella ―dice― ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo» (Rm  16, 1-2). Me complace rendir homenaje aquí a su memoria y a la de tantas colaboradoras de los Apóstoles en Cencreas, en Roma y en todas las comunidades cristianas”, decía el santo Papa.
Los argumentos mariológicos de “Fortea”
Sin embargo, para algunos teólogos el que hayan existido en la historia de la Iglesia diaconisas tan destacadas como Febe no es argumento suficiente para validar hoy doctrinalmente el acceso de la mujer al diaconado, que es parte del orden sacerdotal.
El conocido teólogo sacerdote José Antonio Fortea, escribía en su blog personal el pasado ´Lunes Santo’ 17 de abril una valiosa reflexión respecto de admitir o no a las mujeres en el orden sacerdotal…
“Las razones negativas para no admitir la ordenación de mujeres siempre me habían parecido insuficientes. Me limité a aceptar la Tradición. Lo cual hice sin restricciones internas. Ahora bien, hace una semana me di cuenta de un pequeño detalle. Si la Virgen María es lo que yo he llegado a barruntar que es -es decir, si la santidad que se contiene en ella es de tales proporciones como ahora lo creo--, entonces, el hecho de que María no haya sido ordenada sí que pasa a ser un hecho sustancial.
El hecho de que se dejara fuera del sacerdocio ministerial a una persona que valía más que la Iglesia entera, pasa a ser un hecho afirmativo, no meramente histórico. De forma expresa se quiso dejar sin sacerdocio a la persona que por su cristificación hubiera sido no sólo la más digna de recibir esa potestad, sino más digna que la dignidad sumada de todos los apóstoles y obispos de la Historia: eso no es un mero argumento negativo.
En una visión teológica en la que la Iglesia es pedestal de María, entonces el que la Madre de Dios fuera excluida de la Última Cena implica un expreso designio acerca de todas las mujeres. No sé cuáles puedan ser las razones de la exclusión de la mujer al sacerdocio, pero no me cabe duda de cuál es la voluntad de Cristo”.
La decisión del Papa
Si -como enuncia padre Fortea- la Santísima Virgen María es tal modelo, entonces estaría pendiente que la Iglesia haga explícita la no discriminación de la mujer, profundizando en la riqueza y autoridad que ese modelo entrega a la misión de la Iglesia… cuestión que podría implicar -siguiendo la reflexión de Fortea- una reforma a la jerarquía de la iglesia que incorpore a la mujer, sin por ello desatender que ser parte del orden sacerdotal sería algo querido por Jesucristo sólo para algunos hombres, según sugiere Fortea.
Si habrá o no diaconisas y si estas serán o no parte del orden sacerdotal es una cuestión que pronto definirá el Papa.
Pero una reforma a la jerarquía que incorpore a la mujer es una decisión ya tomada,  que no depende de si habrá o no diaconisas y si estas serán parte o no del orden sacerdotal. Sobre este particular baste leer las declaraciones de Papa Francisco el pasado 12 de mayo de 2016 ante esas más de 900 superioras de congregaciones religiosas:
“La Iglesia debe involucrar a consagradas y laicas en la consulta, pero también en el proceso de decisión… Este creciente rol de las mujeres en la Iglesia no es feminismo, sino un derecho de todos los bautizados: varones y mujeres”.


Actualizado 21 abril 2017  

Portaluz   


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